2014 10 27
Tengo veinte minutos de calma
y los ahorro para cuando venga
un escenario más bonito…
Ahora los ocupo clavándome el aguijón
un poco más profundo;
haciendo del dolor mi amigo,
sangrando sin pudor por las calles
bulliciosas y vacías…
Después cuando llego al nuevo escenario,
ese que invita a relajarse,
sólo escuchando su olor al acercarse;
caigo abatido en los brazos de Morfeo,
en el infiero de Dante,
en las visiones del caballero de Rocinante.
Tengo veinte minutos y mi corazón
ya no palpita como antes,
taladra mi pecho cual espada
hervida a fuego,
con su hierro candente todavía,
acariciando mi piel errante.
Un suspiro mal calculado
y
muero…
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